Sobre la tecnofobia en la izquierda

Juan Pablo Martínez Díaz
5 min readOct 29, 2020

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Un fantasma recorre las aulas de los departamentos de Ciencias Sociales y Humanidades, el fantasma de la tecnofobia. Ante las innovaciones digitales, se suele escuchar un cuestionamiento recurrente: ¿Cuántos trabajos va a quitar? Pregunta altamente legítima, además de pertinente, sin embargo pareciera en muchas ocasiones, ya que claramente estoy generalizando, que es la única pregunta respecto a la crítica social que se hace en muchas aulas de esta área del conocimiento, pero sobre todo en la izquierda política. Para reflexionar sobre ello, quiero retomar al marxismo clásico como eje central para explicar por qué creo que este miedo a la tecnología es más contraproducente que otra cosa, así como qué creo podemos hacer, nos autodenominemos de izquierda o no- yo lo retomo desde esta postura porque es con la cual tengo más puntos en común, así como con la que más me toca convivir- para hacer tecnologías que abonen a sociedades más justas, libres y con bienestar.

Entendiendo que cualquier ismo ideología es complejo, múltiple y diverso, para comprender a la izquierda los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels-los socialistas científicos- son un eje del cual partir fundamental. Aclaro, que en este texto, cuando hago alusión a la “tecnología”, sobre todo me refiero a las digitales, aunque en mi reflexión final es más sobre la tecnología en general, ya que como hemos visto en el curso, la tecnología, comprendida de forma amplia, es toda herramienta creada por la mente humana y que a la vez le recrea. Hemos discutido ya en clase cómo las granes trasnacionales se benefician de las tecnologías digitales cuando no se encuentran reguladas, de igual forma he mencionado cómo también suele existir una separación entre disciplinas que inhabilita la cooperación para resolver problemas complejos como estos. En particular, a lo que solemos llamar, “izquierda”, suele ser la más crítica con estos procesos, por su naturaleza opositora de las grandes empresas-por lo menos en el discurso-, cayendo continuamente en una tecnofobia, que prefiere rechazar toda innovación tecnológica por equipararla como herramienta cuyo único fin es la perpetuación de un sistema económico desigual. Y no podemos decir que no ha abonado a ello, lo que vimos en los mini documentales de PlataFormas son ejemplos contundentes.

Retomando uno de mis primeros escritos en este semestre-en respuesta a Kevin Kelly- sostengo que siempre hay que permanecer críticos del desarrollo de las tecnologías que generamos, pero la mejor forma de hacerlo no es implementando un rechazo total, es comprenderlas y decidir cómo las queremos utilizar, con qué objetivos, para quiénes, con qué controles. Karl Marx, uno de los filósofos de cabecera de la izquierda, insistió siempre en que su socialismo era uno científico, puesto que nunca concibió a la tecnología-en ese momento, la industrial-como algo opuesto a la naturaleza humana, al contrario, era lo que le permitiría autodeterminarse. Para el escritor de “El Capital”, la realidad es en sí misma material y nuestro desarrollo depende de la relación que tenemos con las condiciones naturales de subsistencia; para él, la división del trabajo y el capitalismo eran lo que detenían el progreso tecnológico, siendo que las tecnologías en realidad se sustentan en el trabajo del proletariado (Heideman, 2015).

Así como para hacer sociedades más justas en términos económicos, no implicaba terminar con la economía, sino cambiar su paradigma; de igual forma pasa con la tecnología. Aunque hoy, para muchas personas o en algunas esferas de la vida, las tecnologías han significado nuevos yugos, para Marx significan la emancipación del trabajo-o en particular, de trabajar para subsistir- permitiendo ampliar el tiempo para el libre desarrollo del individuo y la sociedad. Creo, que más allá de si se está de acuerdo con la totalidad del marxismo, ¿Podemos negar que queremos tecnologías que signifiquen bienestar, que signifiquen combate a las desigualdades e injusticias, que signifiquen una expansión en nuestros derechos? Para ello, debemos regularlas, sí, pero para poder discutir-y por ello disentir o consensuar-debemos abrir espacios para aprender, escuchar y compartir.

Como estudiante de Gestión Pública me veo obligado a abrir tales espacios, buscando la interdisciplinaridad, la crítica y la deliberación. Como primer paso, tuve la oprtunidad de compartirle a un profesor que es parte de la Coordinación del SOJ (el Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del ITESO), mis inquietudes, sobre que la tecnología avanza, que son ya parte fundamental de nuestra realidad-la cual, dicho sea de paso, también considero material. Le gustó la idea, ya que en su clase-Estudios Legislativos-leímos un paper sobre el proceso de elaboración de iniciativas de ley participativas con herramientas digitales, decidió proponer el abrir una materia optativa donde profundicemos entre la relación política-tecnología; si bien, falta que la discuta con la Coordinación, hacer todo un plan de materia y que sea aprobada por el ITESO, un paso más para abrir esos espacios se empieza a dar. Me alegra mucho poder construir en esta clase, la cual considero abona a toda esa causa, pero como he dicho, es necesario seguir incrementando los espacios. En lo personal, me emociona y espero me toque esa materia mientras sigo en la universidad, debo seguir compartiendo esta inquietud con mis compañeras y compañeros, quienes también se muestran interesados, pero como he dicho, en su mayoría parten del miedo de que “no les iba bien en mates” o “no saben de compus”. Si Marx creía que el motor de la historia era la lucha de clases, creo yo que más bien que es la relación que tenemos con las tecnologías.

Texto escrito como reflexión para el blog de la clase: Ética, Ciencia y Tecnología. ITESO, Otoño 2020.

Referencia:

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Juan Pablo Martínez Díaz
Juan Pablo Martínez Díaz

Written by Juan Pablo Martínez Díaz

Gestión Pública y Políticas Globales en ITESO. Pesimista esperanzado. Saude. Ciencia(s). Municipalista tapatío. Planificar la utopía.

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