La neurología de la calle
Hace unos meses escribí un par de preguntas, en particular en mi reflexión sobre Kevin Kelly: 1)¿Qué medidas tendrían que generarse para crear esos espacios que permitan el pleno desarrollo de la condición humana? y 2) ¿En algún momento esa difuminada barrera entre tecnología y mente no existirá? Creo por fin tener indicios de algunas respuestas, que si bien ya he elaborado indirectamente, sobre todo cuando escribí sobre los estudios de Roger Bartra, los alimentos cocidos y la historia de Ramón y Cajal, ahora creo poder formularlas de manera más concreta y con un rumbo para mi interés profesional, dejando claro que probablemente sean respuestas incompletas.
Partamos de una definición ya muy extendida en mis escritos:” la tecnología es cualquier cosa útil creada por una mente y que su utilización recrea a la vez, la mente”. A esto sumemos que ya he defendido múltiples veces la necesidad de la interdisciplina, la complejidad, la democracia y el conocimiento abierto. Para mi sorpresa, en mi clase de Bases biológicas de la conducta, retomamos un libro, el cual me ha mostrado la práctica de muchos de estos principios. La obra es del aclamado neurólogo Oliver Sacks, “El Hombre que confundió a su mujer con un sombrero” (2019), y en ella retoma muchos de los casos que trató, cómo los vivió o vivían sus pacientes, qué leía o preguntaba a otras personas compañeras de profesión para resolverlo, las analogías que formaba para explicarlo o las referencias a obras populares, filosóficas, musicales y dramatúrgicas para encontrar sentido en esa trama de ambigüedades neurales.
Sacks habla que lo que el hace es neuropsicología, ese punto medio entre la psicología que olvido al cuerpo a mediados del siglo XX y la psiquiatría que volvió huérfana a los asuntos del alma, siguiendo al espíritu cientificista que ya hemos criticado. Dando este preámbulo para que a más de algún se le antoje la lectura del libro, respondamos las preguntas. ¿Qué medidas tendrían que generarse para crear esos espacios que permitan el pleno desarrollo de la condición humana? Para el neurólogo británico, el mejor espacio para observar una enfermedad concreta de un paciente, no era en un laboratorio o en una clínica, claro que postula sí son necesarios, más no suficientes para comprender un trastorno que donde más repercusión tiene es en el cotidiano lejos de las instituciones formales de la medicina; para él, el mejor espacio eran las calles. Se necesita un espacio interactivo, complejo como la vida misma, por ello él creía en la “neurología de calle” y en la “neurología abierta”, las cueles entran en la dinámica de la vida de a pie, rompiendo no solo la barrera de las áreas del conocimiento, sino de la academia tradicional. Pero Sacks va un paso más allá, y retomando de sus cartas con Luria para resolver un caso grave de síndrome de Korsakov, comprende que el humano “no es sólo memoria”, sino sensibilidad, voluntad y moral; por lo que para tratar a su paciente no debía necesariamente resolver su déficit en el sentido neurológico tradicional, sino, ya que en ese tramo había poco que hacer, se debía buscar un tratamiento de sensibilidad, de voluntad y de moral. Convirtieron una devastación neurológica en una reintegración sin precedentes de lo humano. En mi opinión, es un gran ejemplo aplicado, de cómo generar espacios interdisciplinares, abiertos, democráticos, complejos y libres donde pareciera imposible.
Para responder la segunda pregunta, ¿En algún momento esa difuminada barrera entre tecnología y mente no existirá?, me ha quedado más claro y de forma más contundente con muchos de los casos tratados en esta obra, retomemos algunos. El primero es sobre los famosos “fantasmas”, recuerdos persistentes de una parte del cuerpo perdida, en particular hay un caso, el de Weir Mitchell, un paciente que al despertar, flexiona el muslo hacia él y le da varios golpes, ¿para qué? para que el fantasma se active y pueda ponerse su prótesis y así usarla efectivamente. Otro caso es el del señor MacGregor quien tenía los reflejos vestibulares superiores alterados (en otras palabras, que su sentido del equilibrio tenía un déficit, caminaba chueco y no se daba cuenta),quien le propuso a Sacks generar un instrumento que le ayude a visualizar que debe nivelarse; hicieron varios prototipos, hasta generar unas gafas, “las primeras del mundo”, que le permitían acostumbrarse a estar revisando su postura. Al poco tiempo, nuevos pacientes llegaron, pues es un padecimiento que suele acompañar al Parkinson, usaron las gafas y pudieron caminar derecho. Queda claro que en muchos casos la barrera entre tecnología y mente, no existe, o es cuando mucho mínima, es un espectro difuminado.
En lo personal, más allá de mis estudios en Gestión Pública, me alimenta aún más el interés en las neurociencias y en la antropología evolutiva, los cuales creo son puntos de encuentro de muchas áreas, pueden abrir puentes en muchos sentidos. Tengo la intención de estudiar una maestría en ello, ojalá siga investigando y construyendo con más personas. Me llama a hacer política de calle, discusiones abiertas, escuchar y no tener miedo a hablar de emociones.
Texto escrito como reflexión para el blog de la clase: Ética, Ciencia y Tecnología. ITESO, Otoño 2020.
Referencias
- Koch, A. (2015, 24 julio). My Periodic Table [Ilustración]. The New York Times. https://www.nytimes.com/2015/07/26/opinion/my-periodic-table.html
- Sacks, O. (2019). El Hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1.a ed.). Anagrama.