Epidemiología de los tormentos
Breviario de un pesimista esperanzado VII: La historia no ha hecho más que comenzar
“Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas”.
-Albert Camus
Lo único que escucho estas semanas es silencio, uno que resulta insoportable, uno que lo único que provoca es desear pensar, que provoca tormentos y tras ellos, paz. Aquello que pienso es sobre una pandemia, una en la cual el virus y sus respectivas consecuencias son solo síntomas de una enfermedad aún más mortal. Creo necesario entender el origen etimológico de la palabra para poder partir en este breviario pesimista, pero esperanzado. Pandemia viene del griego “pan” (πᾶν) que quiere decir “todo”, de “dēmo” (δῆμος), “pueblo”, y por último del sufijo “-íā” que denota “cualidad”; una pandemia es, por lo tanto, una cualidad que posee todo el pueblo, ¿y qué es eso que se le solicita a todo el pueblo que tenga en la actualidad? Aislamiento, y creo yo que muchos nos hemos dado cuenta, que sin la necesidad de tal decreto, aislados ya nos encontrábamos. Hannah Arendt (1998) sentenció que “los aislados carecen de poder”; y ante tal carencia la pandemia se ha propagado con mayor facilidad. Veo necesaria una epidemiología de los tormentos, para analizar su desarrollo y propagación y para tratar de llamar, desde el silencio coordinado, a una era postvirus para curar por fin esta pandemia.
“La religión de tiempos de la peste no podía ser la religión de todos los días” escribía Camus (2017) mediante el personaje de Rieux, y si por religión entendemos aquello que nos vincula ( del latín, el prefijo“re-” el cual expresa repetición, y por ende firmeza e intensidad, así como del verbo “ligāre”, ligar o estrechar un vínculo), que genera comunidad, que establece relaciones interpersonales y redes de cooperación, estando frente a una pandemia, lo anterior se pulveriza. Esto lo logra por medio de un virus, el aislamiento, el cual ha visto su catalizador en la situación del COVID-19; siendo la pandemia real, un sistema económico y político mortal que despoja el placer y coraje de la existencia, del vivir. Se produce una total sensibilería (Fromm, 2018) es decir, un sentimentalismo en estado de total desapego de los seres y las cosas, donde nos relacionamos con el simple objetivo de no querer sentir, de existir en fugacidad.
“La peste había quitado a todos la posibilidad de amor e incluso de amistad. Pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes”.
-Albert Camus (2008)
Abandonados por el mundo el aislamiento se torna soledad y nos hace pensar hasta lo peor, y al no estar acostumbrados para ello, ya que nos hemos enfrascado en la sensibilería, nos atormenta. El personaje de Grand (Camus, 2017) da una salida a esta tormenta “pero ¿qué quiere decir la peste? Es la vida y nada más”. Y si pensamos como Grand, siendo esta vida una peste, nos queda la muerte y nada más. Todo esto está mal, pero gracias a la muerte nada puede estar peor, ¿por qué? Porque “el mundo, sin embargo, ni se enteró” (Bauman, 2017).Y que el mundo no se haya enterado rebela algo encantador: que ese aislamiento, esa soledad, no tienen importancia.
La vida es una lucha contra la insignificancia, y sin embargo para perpetuarse, se mantiene ínfima. Es así como ese virus, es a la vez un antídoto. Camus (2017) escribía en la Peste: “la única manera de no estar separado de los otros es tener la conciencia tranquila […] Entonces, según eso, nadie está nunca con nadie” y seguía “cuando yo era joven vivía con la idea de mi inocencia, es decir, sin ninguna idea”. Al hacer consciente la incapacidad, aceptamos nuestra ignorancia y a partir de ahí, podemos aceptar la tragedia de la existencia. Así podemos extraer que la existencia lleva consigo una enfermedad-el virus de la soledad-pero que aquello que desencadena los síntomas mortíferos es un sistema-mundo desigual, vertical y apersonal. La única forma de detenerlo es tratar de tener la consciencia tranquila, no mediante un olvido o un desapego de la realidad, sino mediante un abrazo de la misma, buscando una verdad trágica pero que acepte el combate al miedo como principal motor.
Camus (2017) sigue: “uno lleva en sí mismo la peste, porque nadie, nadie en el mundo está indemne de ella” y en otro fragmento añade “el mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad.” Entonces si ya habíamos establecidos que todos tenemos la peste-el virus de la soledad- y aceptamos nuestra ignorancia respecto a la existencia, podemos también asegurar nuestra condición para, en esa ignorancia, reproducir el mal. Por lo general, negamos nuestra violencia mostrando las buenas acciones que hemos realizado, pero Camus responde: “dando importancia a las buenas acciones, se tributa un homenaje indirecto y poderoso al mal. Pues se da a entender de ese modo que la buenas acciones solo tienen tanto valor porque son escasas.” Entonces creo necesario el ejercicio máximo de humildad, el reconocimiento de nuestra incapacidad para poder detener la pandemia aislados, la urgencia de aceptar la soledad e ignorancia para entender el llamado latente a formar comunidades más cercanas, afectivas y conscientes entre ellas y con su ambiente. Camus continuaba: “No tuvieron gran mérito al hacerlo, pues sabían que era lo único que quedaba, y no decidirse a ello hubiese sido increíble .” Creo precisamente eso, coordinarnos es lo único que nos queda, y no hacerlo resultaría increíble.
“A partir del momento en que la más ínfima esperanza se hizo posible en el ánimo de nuestros conciudadanos, el reinado efectivo de la peste había terminado” apuntó Camus. Uno debe ser capaz de aguantar mucha inseguridad , debe tener aquello que Paul Tillich llamaba “la valantía de ser” (Fromm, 2018), el coraje de la aceptación de nuestra limitación para empezar con los autocuidados y buscar así el fortalecimiento de redes de vinculación, lo radical, pero sobre todo urgente, de admitir que ya no hay nada más que perder pues esta pandemia nos puede quitar todo, pero que esa misma condición es la que nos da esperanza para un futuro postpandémico. Que este sea un llamado a abrazar nuestra soledad para así abrazar la soledad de toda la humanidad, donde esas tormentos sean solo el anuncio de días más claros, de sociedades más justas y empáticas, donde solo haya una pandemia, en la cual, la cualidad que posee todo el pueblo sea la de poseer libertad para poder ser y amar.
“…Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría esta siempre amenazada…sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormida en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en alcobas, suelos, bodegas, pañuelos, papeles; que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.
-Albert Camus (2017)
Referencias
- Arendt, H. (1998). Los Orígenes del totalitarismo. Madrid, España: Taurus.
- Camus, A. (2017). La Peste. Ciudad de México: Penguin Random House.
- Bauman, Z. (2017). Amor líquido. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.
- Fromm, E. (2018). La Patología de la normalidad. Barcelona, España: Paidós.
- Medem, M. (2020, 13 marzo). Climate Change Has Lessons for Fighting the Coronavirus [Ilustración]. Recuperado 2 abril, 2020, de https://www.nytimes.com/2020/03/12/climate/climate-change-coronavirus-lessons.html