El coraje de la verdad
Redescubriendo la política IV: Parrhesía; escuchar, para hablar francamente
“La política […] es el elemento a través del cual, a partir del cual y en relación con el cual el decir veraz filosófico- la parrhesía- debe encontar su realidad.”
-Michel Foucault
En la actualidad la democracia- el gobierno del pueblo- vive un cuestionamiento sobre sus principios, su valores, sus virtudes sus peligros y sus vicios.Con la idea de querer escuchar a la ciudadanía, el populismo -que atiende a las masas y ordenes populares frente a un grupo antagónico- recae en la creciente ola de líderes carismáticos y demagogos-Marine Le Pen, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro, Nigel Farage, Rodrigo Duterte-que como los sofistas atenienses de la antigüedad, ponen en duda la efectividad del diálogo democrático, atentando contra minorías, instituciones y derechos humanos. ¿Es acaso la demagogia algo intrínseco en la democracia?Polibio postuló, en su modelo de formas de gobierno, que el vicio de la democracia era la demagogia-la oclocracia-, pero no fue hasta Michel Foucault que se nos brindó una explicación amplia de tal postulado. El historiador y filósofo francés escribió, en “el Gobierno de sí y de los otros”, que el concepto parrhesía-el hablar franco- es el fundamento de la democracia; siendo así la clara oposición de la demagogia sofista, claramente antidemocrática. ¿Cómo atender los problemas de la demos sin caer en una demagogia populista? ¿Se puede ser populista y parresiasta o son mutuamente excluyentes? Eurípides y los estudios de la parrhesía por parte de Foucault postulan al diálogo basado en el hablar franco y partiendo de la escucha activa y contacto ciudadano como cualidades del líder para dirigir el demos, así como del espíritu democrático de cualquier individuo.
“El término-populismo-apareció inicialmente en Rusia en 1878 (…) Se utilizó para describir la creencia según la cual los militantes socialistas tenían que aprender del pueblo, antes de erigirse en sus guías” señala Rodrigo Riquelme, en ¿Cuál es la diferencia entre populismo y demagogia?, y continua: “En Estados Unidos, sin una aparente relación con el movimiento ruso, la palabra populismo se utilizó a finales del siglo XIX y principios del XX para designar al Partido del Pueblo, un movimiento rural y con una tendencia antiintelectualista que duró muy pocos años”, no fue hasta mediados del siglo XX que se utilizó para etiquetar a los movimientos reformistas latinoamericanos, en su mayoría de tintes socialistas, por lo que el populismo pasó a tener una connotación antiliberal. En esencia, el populista atiende a las demandas populares, más que a las de una élite, no importa si es de izquierda o derecha; por eso políticos,como Barack Obama, se llaman a sí mismos populistas, con la connotación positiva. ¿Entonces un populista necesariamente es demócrata debido a su calidad de escuchar y dialogar con el demos? Aquí es cuando la demagogia arremete en el campo político. “Un demagogo es aquel que explota sistemáticamente las emociones y pasiones de la conducta humana para hacerse del favor de las masas” según Juan José López Burniol, abogado español. Uno puede ser demagogo y plantear privilegios de una élite, también se puede ser populista y no ser polarizante y disruptivo; sin embargo, ambas fusionadas arremeten en nombre del pueblo, con discursos nacionalistas, contra instituciones, derechos humanos, minorías y élites, lo hacen infundamentadamente o cayendo en maniqueísmos; combinación altamente conocida en la actualidad en los gobiernos. Ser populista no es antidemocrático, ser demagogo atenta contra la democracia, pero no necesariamente logra su cometido ya que puede ser elitista y no buscar a las mayorías; en cambio ser populista y demagogo es utilizar las mayores virtudes democráticas en su contra, los vicios del discurso antagónico de la demagogia populista generan un demos conflictivo contra sí mismo, eliminando el decir veraz y la pluralidad de la sociedad, provocando el combate entre los individuos y su espíritu democrático.
La demagogia populista, a pesar de su esencia antidemocrática, consigue victorias al rededor del globo, principalmente en los países democráticos. ¿Es entonces efectiva en democracia?Primero debemos señalar qué entendemos por democracia o más bien qué nos importa en democracia. Si entendemos a la misma como una disputa electoral entre diversos grupos de poder para tomar el control del Estado, como lo ven los defensores de una democracia mínima, entonces y sólo entonces podemos decir que la demagogia populista es efectiva. El fantasma de las extremas recorre Occidente y muestra su efectividad para ganar las urnas y curules parlamentarios- Brasil, Polonia, Hungría o Italia-; en los que no obtuvo la victoria en los escaños o mayorías, tuvo un respaldo creciente- como Vox en al elecciones andaluces o Le Pen en Francia-, mientras que sus opositores apenas pudieron contenerlos, con más miedo electoral que con certeza de gobernabilidad -PSOE en Andalucía y Macron en Francia-. Son estos miedos de las victorias momentáneas las que nos abren paso a otra definición de democracia, entendida la misma, como una democracia liberal, donde las elecciones son una instrumentación parcial del poder político, puesto que el mismo también se traduce en el diseño de políticas públicas y cambios graduales de la mano de la ciudadanía, por medio de las leyes, para fortalecer los derechos humanos y garantías individuales (Dahl, 2004). (Véase,mi texto: El Reclamo de la democracia)Bajo esta definición, la creación de La République en marche!-partido por el cual ganó la presidencia Emmanuel Macron, así como el parlamento- , el llamado del PSOE a la unión tras la aparición de Vox o la coalición electoral entre PODEMOS e IU-ambos sucesos en España-soló son una medicina electoral para la terrible enfermedad que en principio es democrática.
“Frente a esta gravísima situación, es imprescindible que las fuerzas democráticas tomen las riendas desde la raíz […]No habrá posibilidad de vencer su retórica si la estrategia se reduce solo a minimizar el impacto de su ideología” escribió Sami Naïr en “¿Qué es el neofascismo europeo?”. Parafraseando a José Woldenberg en “Principios y valores de la democracia”, el juego democrático tiene reglas abiertas que fomentan el debate para la (re)construcción del orden social deseable siempre inacabado e inacabable; la palabra y discusión como sustanciales del cambio democrático. Más allá de los debate electorales o discusiones politiqueras, el único frente ante la demagogia populista, es aquel que pregona una pedagogía de la escucha, de la pluralidad, del hablar francamente, es aquel que educa democráticamente, es aquel que los partidos, las instituciones y todas las instancias de la sociedad deben trabajar arduamente para ese profundo cambio social, es aquel que va más allá de las palabras en busca de las urnas cada cierto tiempo, es la parrhesía. Esta medicina tarda en mostrar su efecto, necesita ser profundo y que le tengan paciencia, necesita ser pública, pareciera que no genera cambios, pero lo significativo de la misma, no es qué tan pronto surte una solución, sino que tan profundo la genera; esa esperanza es revolucionaria.
Foucault estudia los textos de Eurípides, en específico el “Ión”, para explicar el termino de “parrhesía”, la cual definió como una práctica humana, ya que alguien parresiasta es quien tiene el coraje de arriesgar el decir veraz independientemente de su condición ,es también, un derecho humano, ya que al someter su argumentación a escrutinio público, es no sólo aquella cualidad del que habla, sino del que escucha y fomenta el que el otro tome la palabra en el campo político; finalmente es un riesgo, ya que, ejerciendo un cargo público o no se corre el riesgo de sus consecuencias individuales y sociales. La cualidad de la parrhesía obliga, explícitamente, a ocupar la ciudad. Por ello el espacio público y el carácter del ciudadano retoman otra importancia donde se convierte en un espacio donde “la comunicación ayuda a descentrarse lo necesario para comprender cómo mis derechos se relacionan con los de los demás y cómo su respeto se articula al cumplimiento de los deberes de los demás y viceversa” en palabras de Antanas Mockus y añade “la eventual incredulidad de uno conduce, en condiciones de comunicación intensificada, al otro a formular más argumentos. La crítica adquiere más espacio. Pero también la justificación”. Si bien este tipo de ejercicios, de políticas cercanas, son más lentas, su misma temporalidad hace que los conflictos aparezcan con tiempo y así poder interactuar estratégicamente con los mismos, no hasta llegar a las urnas.
“Para que haya democracia, debe haber parrhesía, y para que haya parrhesía, debe haber democracia”
No hacer ver el discernimiento es lo mismo que no reflexionar, es callarse y “vaya que es cosa de siervo callar lo que se piensa” dijo Yocasta, la Reina de Tebas, a Polinices, su hijo. Pero ¿cómo fomentar el diálogo público? Hacer ejercicios individuales para fomentar la colectividad ante la desindividualización y polarización que produce la demagogia populista, la cual muchas veces se servirá de técnicas democráticas para desvirtuarlas y proclamarse, como el caso del Referéndum sobre el Brexit (Véase, en relación a la Democracia de Referéndum y la Democracia participativa, mi texto:La democracia, una técnica plural). Sin embargo, la parrhesía ha tomado algunos practicantes en el tablero político como respuesta a la demagogia populista que aprovechó su falta. En Estados Unidos, tras tres años bajo el mandato de Donald Trump, los demócratas denunciaron las actitudes xenófobas del republicano y yendo más allá de su fallida estrategia electoral, retomaron el diálogo público de tal manera que para las Elecciones Intermedias lograron el control de la Cámara de Representantes , lo cual, si lo siguen complementando con el trabajo transversal podrán devolver la parrhesía y la democracia a donde corresponden, y todo esto a través de un discurso que retoma el demos y sus necesidades, un discurso populista. Muestra de tal fortaleza y cambio radical que representa el diálogo parresista es la casi victoria de Beto O’Rourke “con una campaña pueblo a pueblo y sin grandes poderes financieros” ante Ted Cruz en Texas, estado tradicionalmente republicano y cuna de los principales movimientos extremistas norteamericanos. También lo podemos ver en el llamado al Referéndum por parte de miembros de la sociedad británica para cancelar la salida de la Unión Europea.
Ante el miedo, el aislamiento de la polarización, el terror y la desconfianza, la parrhesía propone alegría, diálogo, esperanza y comunidad; lenta, pero segura. Pericles, el “Olímpico” gobernante de la antigua Atenas, comentaba a la asamblea respecto su postura a favor de mantener la guerra ante los peloponesios: “Me jacto de que aquellos de vosotros a quienes logre convencer defenderán, en caso de fracaso, nuestras resoluciones comunes […] Pues a veces pasa que los asuntos públicos, así como las resoluciones individuales, decepcionan las previsiones”. Desde que se pone de pie, habla, dice y escucha, puede que no todo resulte como se espera, que sea tardado y agotador; pero se genera un frente que al tener solidaridad en la victoria y el revés, genera que no haya castigo individual por una decisión grupal y de un diálogo conjunto, de hablar francamente, de escuchar atentamente. Ahí la parrhesía, ahí la democracia, ahí la resistencia ante la demagogia, ahí el coraje de la verdad.