Democracia marciana

Juan Pablo Martínez Díaz
16 min readJun 17, 2020

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Redescubriendo la política XVI: Sobre el empresariado espacial, especies interplanetarias y política más allá de la Tierra

“The Martians will be us”.

-Sagan, 2013

Marte (NASA, s.f.)

El sábado 30 de mayo del 2020, la NASA y la compañía SpaceX lanzaron a dos astronautas a la órbita desde suelo estadounidense-Doug Hurley y Bob Behnken-; acontecimiento que no sucedía desde hace nueve años, así como también fue primera vez que una compañía privada lanza astronautas a la órbita. La participación de gigantes aeroespaciales privadas como SpaceX y Boeing se ha considerado un factor determinante para financiar este programa, en específico los servicios de transporte de la tripulación, generando la nave espacial Crew Dragon-click para ir a su simulador virtual-, la cual despegará sobre un cohete Falcon 9 desde el Centro Espacial Kennedy en Florida (Rincon, 2020). Sin embargo, lo que verdaderamente genera expectativa de dicho lanzamiento, es el cumplimiento del primer paso en la búsqueda de la compañía estadounidense en la exploración espacial a Marte, objetivo que trazó Elon Musk desde su fundación en 2002; así como la vuelta de la NASA a la odisea planetaria bajo el plan Moon to Mars donde buscan colocar humanos en el planeta rojo para el año 2040.

La vuelta a la carrera espacial ha estado acompañada de la creación de grandes empresas privadas con abiertos objetivos comerciales en la exploración, así como la respectiva explotación laboral por parte de las mismas multinacionales, de la misma forma se han detonado grandes incógnitas respecto a las posibilidades reales de las misiones y de la necesidad de inversión en las operaciones de exploración lunar y marciana en una realidad terrestre tan compleja que enfrenta la crisis climática, acompañada de profundas desigualdades políticas, sociales y económicas. Ante esto ¿Sigue siendo viable, incluso deseable, el sueño interplanetario? Y si lo es ¿Cuáles son los principales retos para lograrlo? ¿Cómo haremos un futuro fuera del planeta azul? En el presente texto, se buscará dar respuesta a estas preguntas y aportar para generar discusión en miras a la creación de políticas interplanetarias, diplomacias espaciales y leyes más allá de la Tierra.

Volver al viaje o de por qué invertir en la exploración espacial

Nuestra generación ha perdido aquel sueño interestelar de adentrar nuestra especie en las profundidades del universo. El desencantado por la ciencia y la tecnología, han sido el resultado de un rechazo a la modernidad, así como a sus promesas fallidas:el conocimiento no se propagó como se esperaba por todas las esferas sociales, sino que se generaron tecnocracias gobernantes; las innovaciones tecnológicas han alimentado el crecimiento de gigantescas corporaciones tecnológicas y el cambio climático asecha a todos nuestros ecosistemas. Para un gran conjunto de la sociedad resulta lógico afirmar que es suficiente de los anhelos espaciales e investigaciones científicas que no tienen como objetivo acabar con la hambruna, la pobreza y la violencia de forma explícita, la urgencia está aquí, concluyen.

El error de este tipo de afirmaciones, no es su crítica al mal empleo de la ciencia y el conocimiento, sino su conclusión ante el problema. Dos tipos de argumentos son puestos contra tales afirmaciones, ambos en un sentido utilitarista: el primero en relación al desarrollo tecnológico directo e indirecto, que genera la investigación espacial- y científica en general-, en el combate a las desigualdades y principales crisis que vivimos; el segundo con un enfoque en la utilidad existencial de la comprensión del cosmos y en el sentido de la supervivencia de las especies terrícolas.

Afirmando que los montos que se destinan a la exploración espacial deben ser cancelados debidos a su nula relación con las problemáticas actuales, se parte de una solución que sólo piensa en el dinero invertido y no en los conocimientos adquiridos, en su retorno tecnológico y la generación de empleos. Plantearemos tres casos (Marco, 2015):un terremoto que ha dejado miles de víctimas bajo los edificios colapsados, un accidente de tráfico con heridas graves y un enfermo de diabetes. Para la primera situación se utilizan señales de microondas que detectan los ecos causados por la respiración y los latidos de los corazones, en el segundo caso se emplean cizallas de excarcelación accionadas pirotécnicamente para liberar a las víctimas rápidamente, así como después, para evitar la hipotermia, les tapan con una manta de emergencia dorada con la cara plateada; en el último caso se regula la bomba de insulina para aumentar o disminuir las dosis, evitando inyecciones diarias de la hormona. “¿Qué tienen en común estos tres casos?” cuestiona Marco (2015), después responde “los cuatro inventos […] son consecuencia de la tecnología desarrollada para explorar Venus, para separar los dispositivos del transbordador espacial, para mantener caliente la electrónica de un satélite o para monitorizar a distancia la salud de los astronautas”. Muchos de estos inventos son tan cotidianos, desde taladros sin cable, raquetas de tenis elaborada con metal líquido, hasta colchones viscoelásticos, internet o dentrífico ingerible. Además, los satélites que orbitan la Tierra, los cuales transmiten información a los sistemas de navegación y monitorean el clima son parte de una red existente gracias a la exploración espacial (William, 2019).

Cabe señalar, que en el desarrollo de tecnología no se inyectan todos los gastos, sino que gran parte del presupuesto se destina a salarios para científicos e ingenieros especializados, diseñadores, artistas gráficos, profesionales de tecnologías de la información, recursos humanos, restauración, limpieza, entre muchos otros campos . La Agencia Espacial Europea reporta que por cada euro aportado por los gobiernos se devuelve diez veces a la naciones en términos del valor de los empleos generados (Grady, 2015). La exploración espacial y el combate a las crisis actuales no son mutuamente excluyente, son complementarios. También se parte del supuesto que la inversión en ciencia y tecnología, privará a otras áreas, y esto no es así, si apostamos por sistemas fiscales progresivos que garanticen el cobro de impuestos a los más ricos para que los recursos sean suficiente en el sector público.

Entendido de esta manera, en términos económicos la exploración espacial no es un problema, al contrario puede incentivarla; sin embargo esta misma argumentación se puede utilizar para justificar la inversión en la industria militar-que cabe señalar su presupuesto es mucho mayor-, por lo que el acompañamiento de una segunda línea de argumentación es necesaria, sobre todo desde el beneficio más allá de lo económico. Sin estudiar la Tierra desde la órbita y la búsqueda de la composición del universo ¿Habríamos llegado a aprender tanto sobre nuestros orígenes en este planeta? ¿Entenderíamos cuán interconectados están hoy la vida y los ecosistemas? Parece imposible.

La enseñanza de humildad que nos otorga conocer nuestro lugar en el cosmos es inigualable. Conocer que nuestro Sistema Solar es un pequeño punto en la Vía Láctea y que esta es parte de un supercúmulo masivo de 100,000 galaxias denominado Laniakea pone en perspectiva nuestra realidad. Sin embargo, podríamos argumentar que a pesar de la importancia de los descubrimientos, siguen existiendo problemas urgentes en la actualidad: crisis ambiental, desigualdades económicas y sociales, además de la violencia y los desastres naturales, son solo algunos del repertorio que atentan contra nuestra especie y el planeta. Es cierto, esos problemas son urgentes, mas eso no quiere decir que en el intento por resolverlos no debemos ir previendo los futuros.

Izquierda: Galaxia de la Vía Láctea con señalamiento de la ubicación de la Tierra (NASA/JPL-Caltech/R. Hurt, 2017) Derecha: Supercúmulo de Laniakea con señalamiwnto de la ubicación de la Galaxia de la Vía Lácteca (Nature video, 2014)

Debe quedar claro, la migración a otro planeta no debe ser un plan B si los problemas terrestres no se resuelven. Las injusticias en la Tierra deben ser resueltas, pero algunas de las soluciones pueden pasar por nuestro planeta vecino. ¿Serán necesarias para la regeneración de bosques y océanos, migraciones periódicas a otros rincones del Sistema Solar? Científicos como Stephen Hawking plantearon la necesidad de una migración total; en contra parte Carl Sagan solo vislumbraba algunos traslados que permitirán el crecimiento poblacional marciano a partir de esos grupos de exploradores. De lo que estamos seguros es que una migración total sería igual de perjudicial debido al estrecho vínculo que han generado muchas especies y los ecosistemas a la interacción humana, sin embargo para conocer lo demás necesitamos seguir haciendo estas misiones, no frenarlas.

De las proyecciones de los primeros pasos en el planeta rojo en 2040 a la formación de una civilización biplanetaria parece haber un trecho importante, pero de nuevo, el universo nos coloca en nuestro lugar. El Calendario Cósmico propuesto por Carl Sagan (2016) para estudiar la evolución del universo a partir de la referencia de un calendario de 365 días, donde el 1 de enero es el Big Bang, y cada 24 días equivalen aproximadamente a mil millones de años, postula que, por ejemplo, el 1ero de mayo se formó la Vía Láctea, el 14 de septiembre la Tierra y el 25 del mismo mes los primeros rastros de vida, el 26 de diciembre fue el fin del triásico y hasta el 31 de diciembre aparecería el primer individuo del género homo. Desde aquí podemos dividir el último día en horas, minutos y segundos, pero sobre todo en el último minuto del día es cuando florece nuestra especie. A las 23 horas, con 59 minutos y 53 segundos ocurrió la Guerra de Troya, en el segundo 54 se crea la metalurgia, en el 57 cayó Roma, en el segundo 58 se encuentra a la civilización maya y apenas en el segundo 59 Hernán Cortés se encuentra con Moctezuma. En otras palabras, si un segundo cósmico equivale a 475 años y hace menos de 100 años empezó la exploración espacial, con tales avances podemos afirmar que los retos interplanetarios están a menos de un segundo de alcanzarnos. Ver al futuro no solo implica prever los problemas que tendremos mañana, en 10 años o en medio siglo, sino pensar más allá de la Tierra y pensar qué universo queremos para las futuras generaciones-sean humanas o no.

Contra la privatización interplanetaria

Elon Musk y Jeff Bezos (Animashaun, 2018)

El siglo pasado los programas espaciales estadounidenses y soviéticos financiaron la investigación sobre la colonización de Marte, viéndolo como el siguiente paso lógico para la humanidad; sin embargo en los últimos años esa confianza ha sido depositada en empresas privadas que se centran en la ingeniería y los negocios, ignorando las implicaciones político-filosóficas de la odisea. Musk tiene SpaceX; Jeff Bezos tiene Blue Origin; Richard Branson tiene Virgin Orbit (Mahdawi, 2020), la formación de una tecnocracia espacial en una carrera para ganarse el cielo cósmico (Spencer, 2017).

Loren Grush en un artículo en video para The Verge nos muestra el plan de SpaceX para llegar a Marte, en el cual se muestra a Musk diciendo lo siguiente: “Quiero hacerlo. . . hacer que Marte parezca posible. Hacer que parezca que es algo que podemos hacer en nuestras vidas “. Pareciera que esta declaración hacia referencia en hacer posible tecnológicamente la travesía, sin embargo viajar a Marte ha sido posible durante más de medio siglo, debiéndose su postergación a la falta de inversión pública y apoyo político (Garrido, 2019). Es decir, podemos continuar con los viajes ahora mismo pero hace falta voluntad política, la cual debe ser depositada en el sector privado, que sí apostará por grandes proyectos de ingeniería.

Debemos de superar las discusiones sobre las personalidades y vidas personales de los multimillonarios con sueño interplanetarios; los aportes tecnológicos del sector privado son innegables. La ciencia progresa, no importa qué y al perder el soporte del Estado, migró a las empresas. Separando el carácter personal y el carácter científico que rodea esta discusión, podemos analizar las implicaciones político-económicas de este fenómeno, dividiéndolas en la problemática laboral, la exoecológica y la demográfica.

A inicio de 2019, Musk escribió una carta a sus trabajadores en Tesla anunciando la nueva ronda de despidos. “Hay muchas empresas que pueden ofrecer un mejor equilibrio entre vida y trabajo, porque son más grandes y más maduras o porque están en industrias que no son tan vorazmente competitivas […] tener éxito en nuestra misión es esencial para asegurar un buen futuro, por lo que debemos hacer todo lo posible para acelerarlo”. La romantización del trabajo extremo en aras de un objetivo superior que justifica la sobrecarga laboral quedan explícitos en el mensaje. Reveal News publicó una investigación que pone en duda las condiciones de trabajo en Tesla, colocando promedios de riesgos superiores a los de la media en la industria automotriz (Evans, 2018). Si bien esto no nos habla de SpaceX, pone en alerta al sector debido a la mentalidad laboral que está alrededor de estas empresas y sus dueños.

Mientras tanto la Comisión Federal de Comunicaciones de EE UU ha otorgado permisos a SpaceX para lanzar 12.000 satélites de los 42.000 a los que aspira. El proyecto Kuiper de Amazon lanzará 3.200 satélites, OneWeb ha lanzado los primeros de una flota de 5.260, Telesat cuenta con 117, Iridium de Motorola con 66. Mientras tanto, Facebook ha contratado a SpaceX para lanzar sus propios satélites como parte del ambicioso proyecto Athena (Quitián & Padian, 2020). La Unión Astronómica Internacional (IAU) sacó un comunicado para advertir del peligro que estas constelaciones de satélites suponen para sus observaciones. Starlink, a 550 km de altura, provoca una contaminación lumínica y electromagnética sin precedentes en el cielo nocturno e interfiere con telescopios y radiotelescopios (Quitián & Padian, 2020). A esto añadimos que la Red de Vigilancia Espacial estadounidense realiza el seguimiento de unos 22.300 desechos lo suficientemente grandes para ser rastreados, y estima que hay unos 34.000 de más de diez centímetros y más de 128 millones de menos orbitando la Tierra (Quitián & Padian, 2020). A pesar de la protección que brinda la atmósfera, al día cae al menos uno de esos desechos a la Tierra, la mayoría en los océanos. Si bien se discuten alternativas y empiezan a tomar acciones en el asunto; la falta de cooperación global deja al espacio como otro lugar en espera de ser explotado.

Por último, estas empresas colocan sus objetivos en el transporte comercial de personas a la órbita y posteriormente a otros planetas. Musk afirmó que se necesitará de un boleto a solo $ 100,000 (Garrido, 2019). ¿Quiénes en nuestro planeta podrán pagarlo? Dejar que los intereses privados dominen los viajes espaciales implicaría una privatización del espacio, sin interés en el aporte pedagógico y social para toda la humanidad.

Por lo anterior es necesaria la recuperación de las agencias espaciales gubernamentales y de proyectos de investigación financiados con fondos públicos, la elaboración de más y mejores regulaciones en los aspectos laborales de quienes trabajan en las áreas afines, la implementación de estrategias exoecológicas y de justicia social en los planes de exploración; así como abrir el diálogo para establecer los objetivos comunes para un universo común. El viaje a Marte no es problema tecnológico, es un problema de política social con tanto potencial para crear desigualdad que no puede llevarse a cabo racionalmente sin consenso político.

Exopolítica y otros mundos posibles

Durante la Guerra Fría los Estados Unidos y la Unión Soviética buscaron extender su influencia en todo el mundo, desplegando propaganda cultural y fuerza militar para lograrlo. Los demás países se volvieron campos de batalla y empezada la época de la desconolización, el cosmos entró en escena como símbolo de la victoria colonial (Cornish, 2019). A partir de esa disputa las reflexiones políticas sobre el papel de las exploraciones espaciales en la humanidad se complejizan y nos trazan nuevos retos.

Con una URSS a la cabeza, el lanzamiento del satélite Sputnik en 1957 fue seguido rápidamente de la llegeda de Laika, la perra de Moscú, que se convirtió en primera especie en llegar al espacio exterior-así como su primera víctima-, acompañado posteriormente por el éxito del cosmonauta soviético Yuri Gagarin como el primer hombre en orbitar la Tierra en 1961. En 1963, Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en el espacio. En 1965, los soviéticos cimentaron aún más su éxito con el vuelo de Alexei Leonov, quien se convirtió en el primer hombre para hacer una caminata espacial (Cornish, 2019). Mientras tanto, la NASA apostó por el viaje a nuestro satélite. De esta forma y de la mano del ingeniero exnazi Wernher von Braun-el cual negó su afinidad ideológica con el nazismo, denotando quizás algo más preocupante, un pragmatismo exacerbado-llegaron a la Luna en 1969 para derrotar a los soviéticos. La “Guerra de las Galaxias” había terminado y con ella la inversión pública en los grandes proyectos científicos.

Arte espacial soviético (vía: Sorene, 2020)

Si bien lo anterior no pretende desacreditar el increíble esfuerzo de miles de científicos que trabajaron para esos proyectos, ni hacer menor la importancia histórica de los sucesos-escribí sobre eso hace un año en mi escrito “Un punto azul pálido”-, sí pone en tela de juicio el paradigma político que les impulsaba: la exploración como símbolo de poder. El gran reto de nuestra sociedad es pasar a un paradigma democrático. La Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA) representa un esfuerzo para ello, sin embargo como cualquier otro organismo internacional de la actualidad, posee más retos que certidumbres, por lo que darle mayor importancia, así como la creación de más organismos relacionados, es de suma necesidad.

Los saberes en astronomía, exobiología, ingeniería, exoecología y astrofísica que poseemos nos dan las herramientas para asegurar que si bien será un proceso complejo el desarrollar civilizaciones en Marte y llevar a cabo un proceso de terraformismo, es un proceso posible, pero sobre todo alcanzable. Los principales obstáculos que implicaría la travesía son sobre todo los psicológicos y sociológicos. No es para menos, sería el viaje más largo, complejo y ambicioso de nuestra especie. La NASA ha realizado estudios como “Examining Psychosocial Well-being and Performance in Isolated, Confined, and Extreme Environments” donde se enfoca en las implicaciones psicológicas de el aislamiento prolongado en el espacio y su relación con la heterogeneidad del grupo tripulante.

Cleo Abram en reportaje para Vox (2019).

Tal vez sean necesarias discusiones públicas globales organizadas por las agencias espaciales regionales en colaboración de sociedad civil antes de comenzar a minar las dunas y montañas de Marte(Spencer, 2017). Tal vez sería necesario pensar el sistema político-económico por el cual nos regiremos en otros planetas ¿serán necesarios partidos biplanetarios, haremos proyecto de corte comunitario o quizás habrá un Califato Marciano? ¿habrá nacionalidades o que mezclas culturales se producirán tras la migración?. Quizás se produzcan nuevos idiomas y representaciones artísticas ¿Cómo será la escultura elaborada con el óxido de hierro del planeta rojo? ¿Habrá un movimiento de pintores que decida plasmar los nuevos paisajes espaciales? ¿Cambiaremos nuestro tipo de dieta? ¿Cómo evolucionarán los perros y los gatos que nos acompañarán? ¿Cómo será el derbi futbolístico entre equipos de la Tierra y Marte? ¿Cómo serán el sistema de salud y el de educación? Preguntas quizás sin respuesta por el momento, pero que son necesarias de realizar, no solo para la misión espacial que nos depara sino para mejorar nuestra existencia en nuestro actual hogar.

La prioridad es la Tierra, tenemos una obligación con restaurar el ecosistema que nuestra misma especie depredó. El combate a las desigualdades y la discriminación, la creación de sistemas políticos más democráticos, así como sistemas de justicia sensibles que combatan la violencia sistemática de la sociedad, son los grandes retos de nuestra generación; pero a la vez debemos ir pensando en el futuro más allá de nuestra época e ir creando cimientos para las problemáticas del mañana, sobre todo cuando estas ayudan a la solución de las crisis actuales.

Es necesaria una mayor inversión en ciencia y tecnología, mayores regulaciones al sector privado en aspectos laborales y económicos, acciones que necesariamente tengan una visión de sostenibilidad ecológica que superen la visión antropocéntrica, fortalecimiento de organismos internacionales en la materia y el impulso del activismo, reflexión y pedagogía científica. En la inmensidad del espacio y del tiempo, es necesario empezar a actuar con medidas como estas para el beneficio de un universo común.

Referencias

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Juan Pablo Martínez Díaz
Juan Pablo Martínez Díaz

Written by Juan Pablo Martínez Díaz

Gestión Pública y Políticas Globales en ITESO. Pesimista esperanzado. Saude. Ciencia(s). Municipalista tapatío. Planificar la utopía.

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